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Descripción:
En nuestra vida cotidiana existen diferentes niveles de agresividad que, en ocasiones, terminan en violencia para algunos individuos. ¿Qué mecanismos del sistema nervioso existen para poner límites a expresiones de agresión tan diferentes? ¿Es el género uno de ellos? Mientras que la agresividad en los machos de muchas especies se ha estudiado desde el año 1900, los estudios sobre la agresividad femenina se han ignorado en gran medida. Las moscas de la fruta (Drosophila melanogaster) ofrecen muchas ventajas para el estudio de la agresividad, como un genoma completamente secuenciado, potentes métodos genéticos que permiten manipular los genes hasta los niveles de una sola neurona y la capacidad de cuantificar y manipular comportamientos sociales complejos en un animal que se mueve libremente sin alterar el sistema nervioso. Poco se sabía sobre los fundamentos neuronales de la agresión femenina, hasta mi reciente trabajo. Tras realizar un cribado conductual de líneas de moscas de la colección Janelia FlyLight, identificamos una única línea (R26E01-Gal4) que, al ser activada mediante un canal de cationes activado por calor (dTRPA1), inducía a las moscas hembra a mostrar un fenotipo de alta agresividad. Debido a que esta línea se dirigía a neuronas que estaban ampliamente distribuidas en el sistema nervioso, en particular entre los sistemas sensoriales, realizamos un estudio interseccional y pudimos identificar un pequeño grupo de neuronas colinérgicas específicas de las hembras, un subgrupo de células en la región cerebral pC1 que modula selectivamente la escalada de la agresión femenina. Así pues, la agresión es efectivamente dimórfica desde el punto de vista sexual, y las neuronas individuales que modulan la agresión masculina no son las mismas células que son responsables de la agresión femenina. Estos hallazgos abren la puerta a futuras investigaciones sobre la presencia de dimorfismo sexual en los circuitos neuronales que controlan la agresión.